MI VIERNES DE POESÍA

Deslízame a tu antojo

por tu sueño despierto,

construiremos un cuento

donde no estemos solos…

Deslízame a tu antojo

por tu sueño despierto,

construiremos un cuento

donde no estemos solos.

Rodeados de vida,

de montañas, de nieve, de arroyos, de bestias.

Nos atrape el entorno con sonidos salvajes

que se mezclen al ocaso

con nuestras dos voces,

susurrando te quieros

mientras nos amamos.

Ana Fernández Díaz

DIARIO DE TRIANA X

Nuevo ejercicio del curso de escritores Felming Lab en el que participo, de la mano de Juan Re Crivello. Está siendo muy divertido cambiar de registro en cada nueva entrada y esta vez me tocaba relato erótico. Los que ya conocéis a Triana, os podéis imaginar que ya era hora de que volviese, y para los que no la conocéis, os diré que en este blog, dentro del apartado que lleva su nombre, os podéis ir adentrando un poco en su casa de la playa. Poco a poco, no vaya a ser que contribuyamos al calentamiento global. Yo no me hago responsable de nada…

Ejercicio número siete del curso para escritores de Fleming Lab.

DIARIO DE TRIANA ARDIENDO

El calor plomizo caía sobre la tarde de Septiembre en la casa de la playa, y a pesar de que el sol se empezaba a resguardar tras las montañas que adornaban la parte trasera, los insoportables treinta grados me hacían sudar por cada poro.

Desde la cocina me asomé para contemplar cómo regaba mis preciados rosales, quitaba las hojas marchitas y removía la tierra. Preparé un té para mí y un café para el. Su torso desnudo ejercía una poderosa atracción sobre mí desde que le vi por primera vez. No era el cuerpo definido de alguien que pasa horas en el gimnasio pero a mi me atraían sus hombros torneados y las prominentes venas de los brazos.

Con dos golpecitos en el cristal hice que me mirase y le enseñé la cafetera con un guiño — ¿Quieres un café con hielo?— le pregunté con mi mejor sonrisa. Asintió con la cabeza mientras sujetaba la manguera entre las rodillas para lavarse las manos y la cara.

Preparé dos vasos grandes. En uno de ellos introduje medio limón y azúcar de caña para mi infusión, en el otro sólo el azúcar y café.

Descalza me moví hacia la nevera en busca del hielo. El fresco del congelador se escapó acariciando mis piernas sudorosas y dando una pequeña tregua al sofoco.

Cuando él entraba en la cocina volqué la cubitera sobre el mármol de la encimera y los pequeños cubitos salieron resbalando hacia los lados. Recogí varios de ellos para echarlos en el vaso de café y el resto en el té. Uno de ellos había recorrido un camino más largo y fue a estrellarse contra su mano que lo atrapó con agilidad, al tiempo que me miraba. De un paso se colocó frente a mí y deslizó el trocito helado sobre mis labios entreabiertos como a cámara lenta, una traviesa gota resbaló por sus dedos hasta caer justo en el centro de mi escote, provocando que dos prominencias se despertaran bajo mi vieja camiseta de tirantes. El hielo siguió su recorrido conducido magistralmente por la mano experta desde mis labios a lo largo del cuello dejando un rastro que lejos de refrescarme, aumentaba mi temperatura.

Mis brazos rodearon su cuello mientras me colocaba sobre la gran isla que ocupaba la parte central de la cocina. Tendida, acalorada, y mojada.

Abrió uno de los cajones justo debajo de donde me encontraba y sacó unas tijeras.

Con sumo cuidado cortó la camiseta desde abajo hacia el escote, en cortes precisos, certeros hasta dejarla caer a ambos lados de mi cuerpo. Después hizo lo propio con mi pantalón corto, empezando por un lado y subiendo hacia la cintura y luego el otro.

Dio un trago a su café y con uno de los hielos en la boca fue recorriéndome, erizando mi piel con los roces helados desde la boca al cuello y de ahí hacia abajo con cuidado de no dejar un solo milímetro sin el refrescante contacto. Al llegar al ombligo dejó caer allí el cubito a medio derretir para darle una tregua a sus labios y nuevamente lo recogió bajando después hacia mi vientre. Cada gota de agua resbalaba cadenciosa por mis ingles yendo a parar a la encimera, mojando los trozos de mi pantalón cortado. Cerré los ojos y disfruté del contacto cuando llegó al centro de mi ser con el hielo entre los labios de ambos. La fría caricia no me enfriaba, me encendía. Y el agua goteante se unió a mi goteante marea. Una helada lengua la fue recogiendo. El infierno empezó con un hielo.

ANA FERNÁNDEZ

MI VIERNES DE POESÍA

Con el sabor a sal aún en los labios

y el rabioso aroma del mar,

vagaba sin rumbo entre las olas.

Con el sabor a sal aún en los labios

y el rabioso aroma del mar,

vagaba sin rumbo entre las olas.

Buscaba una pieza de su rompecabezas

que encajase en el hueco

de su corazón.

Solo encontró caracolas…

MI VIERNES DE POESÍA

Volviste a la playa buscando mis huellas,

queriendo encontrar el camino tras ellas

que te lleve hacia mi.

Volviste a la playa buscando mis huellas,

queriendo encontrar el camino tras ellas

que te lleve hacia mi.

Desandando lo andado,

desviviéndote, amando.

Empezando de nuevo sin mirar al pasado.

ANA FERNÁNDEZ

EL CUENTO DE LA PRINCESA

Hace un tiempo cayó en mis manos este vídeo que os pongo más abajo.

Es un poco largo pero merece la pena que lo veáis.

Se titula NO DUELEN SOLO LOS GOLPES, y Pamela, su protagonista nos cuenta su experiencia de una manera muy gráfica. Me impacta la historia, la fuerza de Pamela, la manera de contarlo. Me impactan las reflexiones a las que me lleva este vídeo, y lo único que puedo añadir es que hay muchas maneras, más sutiles, que aquí no cuenta Pamela, pequeños gestos diarios, frases sin intención o con ella, que una tras otra esconden la esencia del machismo. Y que debemos estar muy atentos porque esto, todo esto, lo estamos transmitiendo a nuestros hijos, y si no lo evitamos, la historia se repetirá cada día.

¡Y se repite eh!

Esto que ella cuenta lo vemos a diario en los adolescentes, bueno y en los que no lo son también…

Este verano, sin ir más lejos, tuve la ocasión de presenciar una escena en la playa, que para aquel que sólo va a tirarse a la toalla y criticar al vecino, pasaría desapercibida, pero para mi, que estoy atenta a todo lo que me rodea, me impactó profundamente.

Dos parejas de jóvenes, de unos dieciocho, quizás más. Muy chulitos y gritones ellos, muy guapas y sumisas ellas. Bromas y risas, que a mi ni puñetera gracia me hacían porque resaltaban esa esencia de machito que puebla determinada juventud. Una de las parejas decide ir al agua, el otro chico también se anima pero su rubia acompañante le recuerda que ya le había dicho al salir de casa que no se iba a bañar. El novio en cuestión le dice que si ella no va, el tampoco saldrá esa noche. Mi cara es un poema y espero la reacción de ella, que empieza a dar varias explicaciones, entre las que se cuenta que no quiere mojarse el pelo. Y su adorable acompañante, con voz muy bajita, para que nadie le escuche, empieza a susurrarle palabras, de esas que no intentan convencer a base de amor y respeto. No eran esas no… Eran esas otras amenazantes, sibilinas, sin voces, pero que hacen más daño porque maltratan desde dentro, mientras que ella sigue dando explicaciones de su negativa a ir a bañarse, hasta que llega al borde de las lágrimas de pura impotencia.

Por favor, que le mande a tomar por el culo y se vaya a su casa —pensaba yo—. Ella muy digna se levanta, y con toda su chulería le contesta —vale, pero el pelo no me lo mojo— y se va a bañar convencida de que se sale con la suya. A mi solo me apetece cogerla y decirle que si va al agua, está perdida, que si le «obedece» esta será la primera de muchas otras, que no vaya, que le deje, que salga con sus amigas esa noche y mande a la porra al imbécil ese que la obliga a ir al agua solo porque a él le apetece.

Y me quedo en la toalla, callada, con un nudo en el estómago, sin saber qué hacer…

Solo hubo algo que agradecí esa tarde. Mi hija, presenció la escena conmigo, y tuve la oportunidad de explicarle lo ocurrido con detalle. No os voy a poner lo que me contestó pero con el carácter heredado de su querida madre, os lo podéis imaginar. Me eché a reír y le pedí que jamás se dejase llevar por alguien así.

—¡No te preocupes mamá!

Ojalá me haga caso…

NO SOLO DUELEN LOS GOLPES

ESCALERA 14

Once de Septiembre

el cielo de tus ojos

adorna la arena

de la escalera catorce…

Once de Septiembre

el cielo de tus ojos

adorna la arena

de la escalera catorce.

La luz ilumina mi espacio

cuando llegas,

vacilante pero entera.

Y el otoño se traduce en nuestro abrazo

cuando tiemblas.

Sin embargo

tras la emoción te encuentro serena.

Y eres tú, estás aquí, llegas,

y cuando te vas

todo TÚ se queda.

GRACIAS A M.J. BERISTAIN

MI VIERNES DE POESÍA

Buscaba una mano firme

y encontró el calor de unos dedos

que tocaban cadenciosos,

poros abiertos al tiempo…

Buscaba una mano firme

y encontró el calor de unos dedos

que tocaban cadenciosos,

poros abiertos al tiempo.

Buscaba unos labios suaves y encontró una boca ansiosa

de otra boca caliente comiéndola a besos.

Buscaba un cuerpo tibio que supiera abrigarla del viento

en el frío del invierno,

y encontró el calor de un hogar contemplando el fuego.

Buscaba un corazón que supiera lo que duelen los años

cuando no tienen dueño

y encontró la alegría y la risa

y la llenó de sueños.

Ana Fernández Díaz

MI VIERNES DE POESÍA

Si amanece nublado

en tu alma desnuda

y el frío te acecha

a través de la bruma…

Si amanece nublado

en tu alma desnuda

y el frío te acecha

a través de la bruma,

toma mi abrazo

y abrígate.

Si por contra hace sol

y los rayos te queman

abrasando sin tregua

tu piel de seda,

yo de pie a tu lado

soy la sombra del árbol.

En cualquier amenaza,

yo acojo tus miedos.

Pero no se te olvide

que ante la tempestad

tú,

sigues siendo mi puerto.

ANA FERNÁNDEZ