Hay varias versiones de lo que ocurrió ese día, la de Besta, la de Amalaidea, la de Henar, la de Antonio, la de Chus, la de Oscar y la de Sensi, pero la única persona que supo con certeza lo ocurrido soy yo, bueno y mi inmediato superior del que no daré datos por el momento.
Como inspectora de policía y en el marco de la investigación en el caso de los dossieres secretos, tuve que construirme un personaje.
Siempre había querido regentar un Sexshop y ese fue el papel elegido.
Me busqué un socio serio y formal, Antonio, un antiguo confidente de la policía a medio regenerar, pero que no levantaría muchas sospechas. Allí vendía consoladores a mujeres o parejas que intentaban reavivar la llama de sus pobres vidas sexuales.
Me hice muy amiga de algunas clientas, entre ellas Sensi, que era asidua. Su pasión por los juguetes para adultos sólo era superada por sus deseos de cantar. En mi tienda conoció a Oscar, uno de mis mejores proveedores, con una mente muy retorcida para los placeres de la carne.
También me visitaba con frecuencia una joven con cara de no haber roto nunca un plato, pero que arrasaba con todas las existencias de látigos y fustas, y algún que otro aparato, que no se muy bien si usaba como generador de placer o de tortura.
Cuando tuvo la confianza suficiente conmigo me confesó que se llamaba Henar y estaba casada con un señor que vendía colonias en el paseo marítimo, Chus, al que nunca pude echarle el ojo encima.
Aunque en realidad yo ya conocía a Henar y a Chus, porque mi investigación estaba encaminada a descubrir a dos policías corruptos que trataban de quedarse con una plantación de «malas hierbas» propiedad de un agricultor llamado Besta.
Y ellos eran los dos garbanzos negros de la policía.
Mi investigación había empezado meses antes buscando la identidad de los corruptos y a través de estos llegué a los demás.
Uno de ellos, Lottar, vivía en una casa de té, era un viejo amigo de Besta y tenía una extraña relación con otra de la que nunca supieron el nombre pero que tenía muy mala idea, porque no hacía más que poner pegas al negocio.
Después de esa noche Lottar desapareció sin dejar rastro y aún lo estamos buscando.
En uno de los escarceos campestres de Oscar y Sensi estos habían descubierto la enorme plantación de «malas hierbas», de esas que generan euforia y desinhibición.
Se fueron ganando la confianza de Besta y éste al final accedió a venderles las plantas a cambio de una cantidad irrisoria.
Pero antes de poder llevárselas, se vieron obligados a negociar con los otros competidores inesperados que habían tenido la misma idea que ellos.
El pastel debía cortarse en demasiados trozos ya: Henar y su marido Chus, Lottar y la de la mala idea, Sensi y Oscar y el pobre Besta que a todo les decía que si porque estaba enamorado de Henar y no veía más allá.
En una de mis charlas íntimas con Sensi me contaron sus planes y convinimos que esconderíamos las plantas en mi trastienda, dentro de las cajas de bolas chinas.
Por mi parte tuve que usar mis encantos de mujer madura para convencer a Besta de que sus futuros compradores no eran trigo limpio.Por supuesto no le conté toda la verdad. Digamos que le hice creer mediante algún ardid digno de Mata Hari, que sospechaba de sus colegas y que mejor nos quedábamos el y yo con todo el negocio.
El se encargó de colocar los micros en casa de Henar, haciendo que todo pareciese muy real, y convenciendo a todos los demás de que los otros dos no eran de fiar, porque mientras estaba tras las cortinas oliendo las bragas de Henar , que luego se llevó para venderlas en el rastro el domingo, vio la cama llena de dossieres esparcidos.
Los otros le esperaban fuera de la casa, en el coche de la amiga y salieron zumbando, pero Sensi llegaba tarde a una audición y ahí es cuando decidieron llamarme para que les acercase.
La dejé a ella y a Oscar en la prueba.
Yo había quedado con mi superior para tomar una copa, que le contase los avances de la investigación y empezar a escuchar las conversaciones que grabaron los micros ocultos.
Tomamos una cerveza y después subimos a la sala de escuchas. Allí descubrimos que Henar y Chus planeaban deshacerse de todos los demás y quedarse con la plantación, con el cerdo, con los gatos, con el perro, la casa de té, y el coche tuneado. También que llevaban a sus espaldas una serie de asesinatos dignos de Jack El Destripador.
Descolgamos el teléfono y llamamos a Jefatura Superior para preparar un operativo y detenerles.
–Sensi, todo está preparado.
-Gracias chicos. buen trabajo.
Nos felicitamos por el trabajo y Efe, ese era su nombre en clave, sacó una botella de champán de la pequeña nevera de su oficina.
Buen trabajo Anita, vamos a celebrarlo.
Descorchó la botella y me besó en los labios.
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