EL BAUL DE LOS RECUERDOS

Todos deberíamos tener una «Caja de los recuerdos».
Yo tengo una valiosísima.
En ella guardo pequeños tesoros de juventud. Fotos de adolescencia, los billetes del Ferry a Mallorca en tercero de B.U.P., posavasos de varios de los bares que recorrimos en aquel viaje, un dibujo de un amigo muy querido, un trozo de corbata de una boda, de los tiempos en que en la bodas se cortaban las corbatas a los novios, una pastilla de jabón de un fin de semana romántico en Madrid con alguien que fue muy importante en mi vida, en fin, pequeñas reliquias conservadas en el tiempo, y de las que aún hoy me costaría desprenderme.
Pero hay uno de esos tesoros, que lleva guardado la friolera de veintinueve años.
Lo guardé en una finísima bolsita de plástico y ahí sigue aguantando el paso de los años, y cuando un día toca limpiezas varias, yo encuentro mi cajita de tesoros y los saco y los acaricio y rememoro cada momento que viví y el porqué están conmigo todavía. No es nostalgia, sino la agradable sensación de que han formado parte de mi durante toda mi vida.
Cuando tenía doce años, durante un viaje en autobús a casa de mi amiga Marisa, conocí a Ramón. Tenía diecisiete años y una carita delgada, de piel blanquísima, ojos oscuros y modales muy dulces. Con la inocencia de mis doce años, le escribí una carta de amor y se la entregué a mi amiga que hizo de cartero para mi. Ella, a los dos días, con la emoción en el rostro me devolvió la respuesta.
La leí nerviosa, y cuando terminé sonreía.
Ramón me rechazaba en la carta más bonita que un adolescente es capaz de escribir.
Era muy doloroso su rechazo, sin embargo era tan educada su carta que no me sentí defraudada.
Han pasado muchos años desde entonces, y yo nunca más he vuelto a saber de Ramón, ni supongo que el se acuerde ni siquiera de mi nombre, pero cada vez que yo abro mi cajita de recuerdos, con cuidado desenvuelvo su carta, la abro con dulzura y recuerdo mis maravillosos doce años como si hubieran sido ayer y la emoción que sentí ese día cuando la recibí.
Y entonces se perfectamente que merece la pena seguir guardando ese tesoro muchos años mas.
Ese y todos los demás, porque esos pequeños recuerdos y muchos otros mas, son los que me hacen ser como soy.
Esta entrada se la dedico a todos aquellos que tenéis una caja de tesoros y sabéis lo que eso significa, y también a Ramón, donde quiera que se encuentre.

APELATIVOS CARIÑOSOS

Esta semana he tenido una revelación.

Una persona a la que quiero mucho me ha dicho algo sobre mi que yo no sabía.
En el marco de una conversación mundana, esta persona me contaba que conoció a una niña, y que esa niña tenía un carácter muy parecido al mío.
-¿Y cómo es?, pregunté yo.
-Pues así como tu, durilla.
-No entiendo, ¿qué quieres decir con eso de durilla?
-Pues eso, como eres tu, durilla, cabezota, autoritaria, necia, pero muy cariñosa.
Yo no sabía si tirarme al tren o al maquinista
Pero no podía parar de reírme. Luego reflexioné mucho sobre esto, y me di cuenta de que efectivamente tengo un poco de todo eso, bueno de casi todo.
Durilla, porque soy mucho más resistente de lo que nunca pensé.
He empezado a hacer repaso a ver de quién he heredado yo esta condición y llegué a la conclusión de que se lo debo a mis dos abuelas, que eran de hormigón armado las dos. Les tocó vivir en una época muy difícil para las mujeres y eso imprime carácter.
Cabezota, si, soy cabezota, lo reconozco. Ahí la vena es la de mi padre y la de mi abuelo paterno. Dos grandes cabezotas que se salían con la suya a toda costa.
Autoritaria, pues sí señor, lo soy. Hubo un tiempo en que pensaba que eso iba con el chip de madre, pero creo que he sido autoritaria toda mi vida. Aquí llevo el gen de mi abuelo materno creo, al que yo admiraba mucho porque tenía una elegancia innata que si que me habría gustado heredar.
Cariñosa si que soy, aunque a veces me cueste un poco demostrarlo.
Pero lo que creo que no soy es necia.
He tenido que buscarlo en la wiki para saber la definición exacta, y una vez leída y releída, creo que estoy completamente segura de que no soy necia.
Véase:
Necio:
 1- Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber.
Creo que intento saber todo lo posible de lo que puedo y debo, por supuesto que siempre hay que seguir aprendiendo, pero yo lo intento con todas mis fuerzas.
2-Terco y porfiado en lo que hace o dice.
Aquí igual sí que flaqueo un poco, porque a lo mejor un poco terca….
3- Dicho de una cosa: Ejecutada con ignorancia, imprudencia o presunción.
¿Hecho con ignorancia, imprudencia o presunción? Creo que no soy necia, pero los que me conocéis sois los que tenéis que opinar…
De todos modos cada uno de nosotros somos el reflejo de lo que tenemos enfrente, y nuestras actitudes tienen mucho que ver con las actitudes que los demás tienen hacia nosotros y al revés, y también, ya lo he dicho varias veces, somos el resumen de las cinco personas que tenemos más cerca, por lo tanto, alguno o alguna habrá por ahí que se parece a mi…o no?
Ahora falta saber si todos estos apelativos son buenos o malos, porque de todo se puede sacar el valor positivo.
En contraposición a esto, otra persona que me quiere mucho me ha dicho que soy alguien que hace preguntas poderosas… De piedra me he quedado, porque esto si que no se si es bueno, malo o las dos cosas a la vez.