UN UNIVERSO

«Me celebro y me canto a mí mismo. Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también».

Walt Whitman

De tus confidencias tengo, un lápiz carbón, un lienzo en blanco sobre el que pintar un cuento, cabañas nevadas, vino, risas y un fuego.

Tres voces que llaman y curan heridas abiertas de un tiempo, recuerdos de fresas salvajes que saben a pueblo.

Muros abiertos, arrugas de piel y de años, canas en el pelo.

Tengo semillas traídas por el viento, confianza ciega guardada en carpetas de nubes, oídos que escuchan susurros, baúles de besos.

Una mesa redonda cómplice del juego.

Pozos oscuros, cajones con fotos de ensueño.

Sacos de mimos vacíos y todo el universo que me dejas dentro.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

POESÍA BAJO LA PIEL

Y en esa noche en que te hice perder la cabeza

la poesía surgió de entre los pliegues de la piel

y de las sábanas,

de entre los suspiros de tu boca y la mía

de cada gota de sudor compartida,

del suave y acompasado ritmo,

de entre la ternura y la sal,

de cada palabra que callamos o que pronunciamos

sin nada de más ni nada de menos,

de entre todo el tiempo que te eché de menos,

de la penumbra de la noche oscura

y el rayo de sol del amanecer,

bajo la cama, entre las cortinas.

del precipicio al que nos atamos

con el hilo del placer y la vida.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

MENSAJE EN UNA BOTELLA

Se despertó al amanecer, la cabeza le daba vueltas y tenía la boca seca. Se había pasado con el vino la noche anterior.

Se dio cuenta de que estaba sola, con toda la ropa puesta. Empezó a hacer memoria y recordó vagamente. Habían estado viendo una película, «Mensaje en una botella» y habían pedido una pizza. Su amistad era reciente pero compartían gustos, risas, momentos. Se emocionaron viendo la película, se abrazaron en silencio, lloraron hablando de sus respectivas heridas.

El vino fue el culpable de todo, el vino y la soledad.

Después todo fue como una neblina densa, su memoria trajo retazos de algún beso, de que la subió por la escalera entre risas, de que se miraron muy cerca, al lado de la cama.

Todo lo demás estaba borrado. Tuvo la certeza de que no habían ido más allá.

Bajó a la cocina a por un vaso de agua. Sobre la mesa estaba la botella de vino vacía. Atada a su cuello había una nota.

No sé porqué siempre meto imposibles en mi vida. 
Ayer traspasamos una frontera que no debimos traspasar, porque estábamos compartiendo soledades y eso al final crea adicción.  Nos hemos necesitado y yo no quiero necesitarte porque no puedo tenerte. Porque yo no quiero el cuerpo de alguien cuyo corazón está en otro lugar. Porque no quiero recoger los restos de alguien a quien no correspondieron,  porque si él no vuelve, tu corazón se quedará allí y tendrás una bonita cicatriz para recordarlo y porque yo no soy una paloma para que me tiren migajas.
Yo no voy a llamarte llorando pidiendo que me des algo que no podrás darme.
Y como soy especialista en despedidas, aunque no me gusten, creo que deberíamos dejar aquí nuestra amistad o lo que sea. No voy a llenar el hueco que debería estar llenado otra persona, aunque, bien pensado no hay hueco, porque él sigue ahí y lo ocupa todo.
Eres un amor y te mereces que te quieran mucho y bien, pero yo también.
Y no vamos a seguir alimentando nada porque yo quiero que me curen las heridas, no hacerme otra nueva. Y si seguimos alimentando esto, habrá otra herida más que curar.
Cuídate mucho Triana

Resbaló una lágrima por su mejilla. Sabía que el mensaje tenía razón. Hay huecos imposibles de llenar.

Se vistió y salió a la playa, a su playa, en aquel lugar al que no llegaba el mar, pero que era un paraíso.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

NOS LEVANTAREMOS

A menudo, cuando estamos mal, pensamos que no vamos a poder levantarnos, que todo es oscuro y difícil, que nunca volveremos a estar bien. Afortunadamente siempre hay manos que ayudan, oídos que escuchan, abrazos que curan, amigos que entienden tu lucha, la que sea. A veces esos amigos nos joden el día con su sinceridad, rompiendo esquemas, destrozando teorías, pero están ahí, para levantarnos a golpe de carcajadas o collejas.

Y gracias a ellos vuelves a levantarte y mueves montañas.

Va por ellos, aunque me hagan llorar, a ratos de risa y otros ratos a lágrima viva.

Alguien que sea capaz de encontrar

bajo la superficialidad cotidiana

nuestras cicatrices más profundas

que entienda los porqués de las heridas

que nos acompañe mientras curan

y aliente nuestra vida con ternura.

Que adivine lo que quiebra nuestras voces

que empape nuestras lágrimas

y que escuche con respeto nuestra historia.

Dos manos capaces de recomponer nuestros pedazos

unirlos nuevamente con abrazos

Mil amaneceres en silencio

contemplando el mar desde el mismo faro.

sin juicios ni reproches, sin preguntas

con respeto, sin rencores.

Mientras tanto, soñamos

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ