UNOS MÍNIMOS

-Esto es el mundo al revés Anina, me dice una amiga muy querida.
Resulta que tengo varias amigas, que están solteras y sin pareja. Y no acaban de encontrar al candidato ideal, que no es que ellas sean en exceso exigentes, para nada, pero me dice esta amiga que por lo menos hay que pedir «unos mínimos».
Yo pensaba que se refería a que tengan trabajo, casa, coche, etc…
-No nena, me contesta, me refiero a lo otro…
Y yo respondo que entonces se refiere a guapos,
educados, cultos, inteligentes…
-Que no, que no, que yo lo que pido son unos mínimos de lo importante.
Y entonces caí en la cuenta.
-Ah ya se, que tu quieres unos mínimos en cuanto a calidad y tamaño, osea que cumplan con las especificaciones y se ciñan a la media europea, vamos. Y que además tengan una funcionalidad y durabilidad  acorde a lo que se espera de ellos.Y que pasen unos controles de calidad conforme a criterios de satisfacción que estén a la altura de las expectativas.
-Eso mismo! -me dice ella sonriente, que me ha entendido a la perfección.
Y es que efectivamente, el mundo está al revés, y ya ni para lo básico sirven algunos. Afortunadamente no todos.

NADA SALE GRATIS

Estaba yo pensando que todo en esta vida tiene su parte buena, y su parte mala, todo.

Todo tiene un precio a pagar. A veces es un pequeño peaje, y a veces es mucho mayor.

Para disfrutar del sabor de una naranja, debemos pelarla primero.

Si un plato muy elaborado, hay que cocinar antes y fregar después, salvo que sea en un restaurante, que lo que pasa es que tenemos que pagar la cuenta.

Si queremos dinerito, hay que trabajar.

En resumen que todo tiene la parte placentera, que nos gusta y la otra que no tanto.

El problema, es que hay personas que viven pensando que sólo pueden o quieren lo bueno, y no aceptan lo que no lo es.

Y eso, es vivir fuera de la realidad.

Querer solamente lo que nos interesa, sin ningún tipo de sacrificio, no es posible.

Y hay muchas veces en que el precio a pagar, es tan caro que no merece la pena lo que obtenemos a cambio.

El caso es que nada sale gratis en la vida.

Hay una frase de Arturo Pérez Reverte, que dice:

«Después de una comilona en un buen restaurante, no debemos renegar del precio de la factura»

La cosa es decidir si el plato que nos comimos merecía el precio que pagamos por él. Pero eso sólo lo sabemos cuando ya nos lo hemos comido, es una lástima.