ESTíMULOS

Hace mucho que no escribo….creo que demasiado, pero para que broten las palabras necesito un estímulo y con tanta prisa de vida los estímulos pasan de largo y apenas me doy cuenta de que están.
Pero en este momento con una torre de ropa para planchar y mientras se hace la comida, resulta que me doy cuenta de que las palabras están empezando a revolverse en mi cabeza y eso es por algo.
Analiza Anina, que el estímulo está y no lo ves…
Y el estímulo son las personas tan increíbles que me rodean. Las que ya formaban parte de mi vida, y las que se unen cada día y me enseñan algo nuevo.
Con las que ya estaban, estoy viviendo una segunda juventud porque he recuperado a mis mejores amigas de la infancia y eso no tiene precio, ya lo he dicho muchas veces.
Y con las que estoy conociendo, me voy descubriendo a mi misma, y como una de ellas me dijo hace nada delante de un café, algunas personas sólo descubren su auténtico potencial cuando se reflejan en otro. Y creo que eso es justamente lo que me ocurre en esta edad tan complicada, que ya paso a pensar que es peor que una adolescencia.
Con las que ya conocía recuperé mis raíces y mi esencia profunda y con las que estoy conociendo resulta que me redescubro como persona y entiendo que aún me queda mucho por crear, por conocer, por dar y por recibir.
 Y en estas, me despierto esta mañana con un mensaje de agradecimiento por algo que he compartido. El mensaje acompaña una frase de un libro que dice lo siguiente: 
«Preparar circunstancias para la buena suerte no significa buscar sólo el propio beneficio. Crear circunstancias para que otros ganen, también atrae la buena suerte».
Esta frase, sacada del Cuento de la Buena Suerte del escritor Alex Robira,  que por cierto os recomiendo encarecidamente, me ha hecho darme cuenta de una cosa.
Durante toda mi vida, he conocido a muchas personas interesantes, otras no tanto.
De todas esas personas, las que con más insistencia han llamado siempre mi atención, han sido aquellas que destacaban por su extraordinaria generosidad. No hablo de dar bienes materiales, sino que hablo de personas que dan lo mejor de sí mismas sin esperar nada a cambio.
Las que dan lo más valioso que poseen, sus conocimientos, su amistad, su apoyo, su cariño, su tiempo, en ocasiones varias cosas a la vez, sólo por el hecho de hacer feliz a alguien.
Y en estos tormentosos cuarenta que vivo, cada vez me encuentro más de estas personas, y me doy cuenta de que voy cribando, cribando y descubriendo que esas son las que quiero que se queden en mi vida para siempre.
Qué bueno es estar alerta a todo lo nuevo que nos ocurre, y es que hay gente a la que la vida le pasa por encima sin darse apenas cuenta, y yo en este momento no puedo estar más atenta a todo lo bueno que me ocurre. A los cuarenta no es que llegue tarde aún, pero tengo que darme prisa.