CARTA ABIERTA A QUIEN CORRESPONDA

Señores políticos que dirigen este país:

Hoy necesito escribir desde la indignación. Probablemente nadie escuche mi grito pero yo, ahí lo lanzo.

El país entero está en pie por un tema machista que es muy importante y yo, feminista convencida, apoyo la causa de la jugadora de la selección española y espero, como mucha gente, que se haga justicia.

Pero, mientras la prensa nos satura con el mencionado tema, yo voy al supermercado. El litro de aceite de oliva pasa de los ocho euros, la gasolina vuelve a rozar los dos. Comprar la cesta básica se está convirtiendo en un lujo. Ya no compro leche de Central Lechera Asturiana ni yogures de Danone o macarrones Gallo, todo en mi carrito es marca blanca; que sirve de muy poco porque las marcas blancas ya casi son tan caras como las negras.

¿Alguno de ustedes, me dirijo a los que llevan este barco a la deriva, repito, alguno de ustedes ha ido al supermercado desde que se sentaron en su escaño?

¿Son conscientes de que la compra ha subido casi un 50% en los últimos 3 años?

Y, si son conscientes, ¿qué están haciendo para frenar esto y que los mortales de salario mínimo podamos sobrevivir?

Les voy a contar mi caso, que es uno entre millones.

Salario mínimo interprofesional con pagas prorrateadas para que al mes parezca algo más, hipoteca pequeña porque el divorcio me permitió dar una entrada para el piso de más de 50 años que me he comprado, por tanto pago poco y, como en su momento me asesoraron medio bien,  firmé un interés fijo, por tanto no me han sableado con el Euribor como a la mayoría de los españoles. Pero este año el ayuntamiento nos obliga a reparar la fachada. Se nos quedará un piso monísimo pero igual no tenemos para comer.

Como mi hija y yo vivimos de un sueldo básico, mi cesta de la compra también lo es, no hay lujos, comida casera y sencilla, lentejas, macarrones, huevo con patatas, ensalada mixta, pechuga de pollo. Tengo la gran suerte de que mis padres, jubilados los dos, cada año matan un ternero para congelar la carne, así que me sale gratis comer carne de ternera. Los huevos otro tanto de lo mismo porque ellos, también tienen media docena de gallinas en una pequeña huerta, solo media docena porque la ley no permite tener más de 4 gallinas por persona (sic).

 En mi casa todo es eléctrico, consecuentemente, la factura más cara que he pagado fue en el invierno de 2021 y supuso medio sueldo, 525 euros, que se dice pronto. A partir de ahí, cambio de compañía y regateos varios para que no me roben a mano armada.

Tenemos una tarifa plana de móvil pero no hay Neflix, HBO o cosa semejante. Por supuesto no tengo IPhone.

No compramos ropa de marca y lo poco que se compra es de Shein o Aliexpres. Hasta Zara se ha convertido en artículo de clase alta. He dejado de teñirme, voy a dejarme las canas porque la peluquería es otro lujo.

Mi sueldo, hace 5 años, me permitía vivir sin lujos pero sin apreturas. Incluso podía ahorrar algo para los estudios de mi hija, que empieza este año en la universidad. Si, ha tenido beca, pero yo lo guardaba por si se marchaba lejos y había que poner dinero encima. Afortunadamente no se ha ido y los ahorros se van para la fachada del edificio.

En mi trabajo veo cada día gente que no llega a fin de mes porque le han pasado una factura de luz abusiva y usurera o porque  tiene que cambiar las ruedas del coche, porque llega septiembre y la vuelta al cole es terrible, porque le han subido la hipoteca doscientos euros más. Todo el mundo se queja. Escucho historias que ponen los vellos de punta.

Y  cuando veo que todo el país está en pie por el beso no consentido, me pregunto:

¿No vais al supermercado, no echáis gasolina al coche?

¿Por qué cojones no estáis saliendo a la puta calle ya a protestar porque nos ahogan?

¿Cómo es que estáis consintiendo este despropósito sin quemar España?

No me lo puedo explicar.

 Yo tampoco he salido a la calle.

Me queda solo esta pataleta.

¡Por favor, hagamos algo!

Ana Fernández Díaz

SEVILLA CON LOS 5 SENTIDOS

Sé que muchos de los que me leíais habitualmente os sorprenderéis con esta entrada. Si hace dos años me dicen a mi que voy a escribir sobre este tema, tampoco me lo hubiera creído pero, oye, ojalá la vida no deje de sorprenderme nunca.

No hace falta ser sevillano para emocionarse en Semana Santa en Sevilla. Tampoco es necesario ser creyente, devoto, nazareno o cofrade. No tienes que ser «capillita», como ellos definen a los enamorados de las procesiones. Solo tienes que ir y abrir tus cinco sentidos. Eso y disponer de tiempo para disfrutarla toda.

Desgraciadamente yo solo disponía de unas cuantas horas para ver «la madrugá» del viernes santo.
Si vas siguiendo los pasos, los de las procesiones, de la mano de quien sepa mostrártela, la Semana Santa de Sevilla huele a incienso en cada plaza. Un aroma que lo invade todo, a vainilla, a canela, a naranja, a especias, a madera. Un olor que te acompaña aún cuando te has ido, adherido a la maleta.

Nuestra Sra. de Los Ángeles


En mi retina la imagen del manto de La Virgen de Los Ángeles de la Hermandad de Los Negritos, uno de los más bonitos que he visto. Y ese paso de misterio, pasando por Caballerizas, donde se hizo el relevo de costaleros, momento ideal para apreciar esa maravilla artística en caoba que resulta de extrema elegancia entre tanto dorado. La vista es fundamental para observar cada detalle. Es sumamente desaconsejable perder el tiempo sacando fotos o grabando vídeos, el momento se vive en directo, nada es igual fuera de ese lugar y ese momento.

Al gusto, hay que darle gusto y entre procesiones varias, una caña de cerveza, un serranito, una tapa, es siempre recomendado haciendo una breve pausa.
La música es otro elemento fundamental de esta puesta en escena impresionante que es la Semana Santa sevillana.
Unas veces, música de capilla, otras, agrupación musical, banda de música o la famosa Centuria Macarena, que además de entrar por los oídos, entra por la vista en un despliegue sin igual de corazas plateadas y penachos de plumas.

Paso del Señor de la Sentencia


Cuando rozaba el mediodía,  he tenido la inmensa suerte y el privilegio de participar en la «petalá» a la virgen Macarena desde una azotea de la calle Parras. Tacto de pétalos y olor a claveles, explosión de color y alegría, aplausos, poemas, barrio, fieles, lágrimas, promesas.
Imposible no emocionarse ante tanta belleza.

Si además, todo esto está regado por los comentarios de alguien que conoce la semana santa como nadie, que la vive y la ama y que alberga un poso cultural y artístico sobre las imágenes, los pasos, el acompañamiento musical, la historia, las liturgias procesionales, etc., se convierte en un aprendizaje que no tiene precio pero si un inmenso valor para quien, como yo, ha decidido entregarse a la Historia del Arte. Mil gracias amore…


He prometido volver, pero no por unas horas, por una semana entera para disfrutarla toda.
Solo queda agradecer, a quien marcaba el camino de mis pasos por esas calles, de mis ojos, mis oídos, entendiendo que aún sin fe, con emoción lo he vivido, poniendo en cada segundo, todos mis cinco sentidos.
Mi tributo, que es pequeño, son este puñado de letras, que no pagan ni de cerca la maravillosa experiencia.

Nuestra Sra. de la Esperanza Macarena

https://www.youtube.com/watch?v=9zjR9Bo5TxQ

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

…AL BORDE DE LOS 50

Hace diez años, yo tenía casi cuarenta . Empezaba por entonces una etapa bastante complicada en mi vida.

Recuperaba antiguas amistades, abrazaba a otras que en mi juventud no lo fueron pero que veinte años después llegaron a ser y son muy importantes para mi.

Me reencontraba con mi yo adolescente.

Fruto de ese reencuentro, conmigo misma y con mis amigos de infancia que me alentaban a escribir, comenzaba este blog, en otra plataforma al principio y posteriormente aquí.

Durante un largo periodo, todo se iba poniendo del revés, cuanta más actividad tenía en este espacio, más convulsa era mi vida personal, sin que lo uno fuera causa de lo otro. Sin que lo otro fuera consecuencia de lo uno. Simplemente era así. Muchas noches sin dormir y diez kilos menos en mis carnes. Hasta que llegó una ruptura, paradigma de las rupturas civilizadas pero ruptura al fin y al cabo.

Conocí muchas personas maravillosas. En carne y hueso unas cuantas que aún conservo; virtualmente otras pocas; algunas, siguen cerca en esta maraña de hilos invisibles que nos unen en un universo que no vemos, otras, pasaron como un cometa, fulgurantes, rápidas, iluminando el cielo por un momento y apagándose después. Hubo almas virtuales que pasaron al plano carnal, en el buen sentido de la palabra, que siguen dándome grandes lecciones vitales. A las que admiro y aprecio profundamente.

Algunas otras, no merecen ni mención, pero también me enseñaron grandes lecciones, a costa de dolor, lágrimas y desengaños. Durante ese periodo, se me agotaron las ganas de escribir o me las agotaron tal vez.

Después llegó la paz y llegó el arte a mi vida.

Volver a los estudios me trajo grandes satisfacciones, trabajo duro, conocimiento, capacidad de concentración, fuerza de voluntad, compañeros extraordinarios, ganas de volver a escribir y un largo etcétera.

Y tras un tiempo de duro trabajo personal, volvió a mi vida la libertad, de pensamiento, palabra y obra. Libertad para escribir lo que quiera o como quiera, para exhibirme, para exponerme, para hablar o pensar, para dar un portazo o poner en su sitio personas o cosas que se salen de él, para decir no, para decir si, para actuar como me apetece, para no fingir, para ser como quiero ser en cada momento, unos días en blanco y negro y otros en color, con todas mis caras, con todos mis registros, con todas mis pasiones o miedos, la buena y la mala, la mujer madura y la niña, la señora y la guarra, la madre y la hija, la amante y la amiga y todas soy yo. No dejo de sorprenderme, señoras.

En esta noche, en la que vuelvo a no dormir, pero esta vez porque me he tomado dos copas de vino cenando con mis dos personas favoritas, mi hija y mi pareja, vuelvo aquí a hacer este pequeño repaso que hacía días que bullía en mi cabeza y solo esperaba para salir, a pasar un control médico rutinario que siempre me preocupa. Superado el trance, después de diez años y con todo lo aprendido, al borde de los cincuenta, aquí sigo.

Y si, la imagen, por sí sola, justifica la entrada, porque tengo casi cincuenta y me veo estupenda y maravillosa con mis carnes, con mis arrugas, con mis estrías, con mi pelo enmarañado y con todo lo que soy.

Ámense señoras, ámense todos los días de su vida.

Ana Fernández Díaz

MIARMA

La toalla tirada en tu playa y la mía,

la mirada perdida sin esperanza.

Una Línea cruzando la raya

que une tu mar y mi cielo,

una obra de arte,

una pregunta, un deseo.

Tu dios y mi ausencia de fe,

nuestro fuego.

Perdimos el alma.

Mariquillas, promesas,

mariposas y besos,

«zentrañas», Triana.

La luz de una mirada,

una Estrella a la Vera del río

y un corazón verde esperanza.

Todo eso en dos días de amor

¡la locura, Miarma!

https://www.youtube.com/watch?v=ByfFurjQDb0

LA COHERENCIA, ESE BIEN TAN ESCASO

Voy a divagar hoy sobre esta amable palabra que nos trae como significado la relación entre dos cosas que no deben ser opuestas o contradictorias, hechos respaldados por ideas o a la inversa, ideas o palabras que se apoyan en hechos que afianzan las mismas.

Que no digo yo, que no se pueda uno arrepentir de las palabras y cambiar de dirección tomando la salida contraria, pero si la idea sigue siendo la misma, el hecho también, porque de lo contrario perdemos la coherencia en el discurso.

Bueno pues hay dos asuntos complejos.

Por una parte está el ser capaz de mantener la coherencia, muchas veces contra nuestra voluntad, porque la razón va por un lado y la intuición por otro o las tripas, ya no sé.  Proclamamos a los cuatro vientos tal o cual sentencia, con objetivos varios: quedar bien, no molestar, no dañar, parecer estupendos; hay un amplio abanico de motivaciones y  en la acción siguiente, a tomar por el culo la coherencia; donde dije digo, digo Diego; de oca a oca, me contradigo porque me sale de las pelotas y  me quedo tan tranquila.

De mi caso concreto no voy a hablar porque lo mío me cuesta decir algo y mantenerlo. Hoy, sin ir más lejos, he dicho que no me voy a matricular de muchas  asignaturas este año y ni caso me hago. O cuando afirmaba en este mismo blog, hace ya mucho tiempo, que me encantaba que la gente me contase sus penas y consolar  a todo el que se acercaba a mi puerta con lloros varios. Pues resulta que para nada, que me canso de escuchar penurias ajenas, solo quiero risas y buen rollo. Me agotan los agonías, me aburren. Esto igual no es incoherencia, sino supervivencia, tengo que meditarlo. Pero, en general, suelo mantener mis principios.  Mis finales, también.  Y de nuevo me contradigo porque he dicho que de mí, mejor no hablo y sí que lo hago. Soy una mujer de firmes y rectas convicciones como podéis comprobar.

 Por eso es tan difícil encontrar, aquí va el segundo asunto, personas coherentes. Algo así como que aparezca una perla australiana en una almeja del Cantábrico. Que no digo yo que no haya almejas cántabras con perlas dentro, ¡eh!, pero yo no las he visto.

Pues  con la gente coherente, lo mismo.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

SIEMPRE HAY ALGUIEN

Va otra reflexión

Esta surge, de nuevo, de mi grupo de compañeros de Historia del Arte.

Entre apuntes, preguntas, evaluación continua, notas o exámenes, todavía nos queda tiempo para algunas charlas y unas pocas risas.

Algunos de los grupos de «WhatsApp» dan para escribir un libro. En ellos voy conociendo, nos vamos conociendo, personas increíbles.

Una de esas personas es Jéssica, una gaditana que vive en Cartagena desde hace veinticinco años, quince de los cuales los ha dedicado y dedica a su pasión, dar clase en el instituto ISEN de Formación Profesional en esta ciudad.

Da clase y a la vez estudia este Grado en Historia del Arte, tomemos nota de esto.

Sus alumnos, jóvenes entre quince y diecinueve años. Os podéis imaginar lo que eso significa: hormonas por las nubes, problemas, desmotivación y un largo etcétera.

Sin embargo, Jéssica, es una de esas personas que ama tanto su trabajo que dice cosas como: «adoro a mis niños»,«aprendo de ellos cada día», «me encanta mi trabajo», «no lo cambio por nada».

Jessica dice que es muy dura como profesora.

Es tan dura, que para carnaval se le ha ocurrido la genial idea de disfrazarles de obras de arte. Os dejo el resultado para que podáis juzgar.

Ellos aún no lo saben, pero tienen una de las mejores profesoras del mundo y eso, para los que somos padres, es una tranquilidad.

Y yo tenía que escribir este post porque las gentes como Jessica, me devuelven la fe en el género humano, que os prometo que muchas veces la pierdo, pero siempre hay alguien que me hace recuperarla. No está todo perdido, de verdad que no.

Este pequeño homenaje es para Jéssica y para todas las «Jéssicas» que tratan de hacer de éste, un mundo mejor a través de la enseñanza.

Ojalá que nunca perdáis la ilusión y las ganas.

Si os apetece ver el resto de las fotos, en el Facebook de su instituto podéis encontrarlas.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

NUNCA ES TARDE

Puesto que las letras me han llevado últimamente por los caminos de la poesía y no reflexionaba hace mucho, hoy toca una larga.

Contextualicemos:

Resulta que hace años que «tenía una espinita clavada» con lo de estudiar una carrera y, por unas cosas u otras, lo fui posponiendo. El caso es que el año pasado, durante el confinamiento, preparé el curso de acceso a la universidad en la UNED y, rozando el diez, entré. Como resultado, este año, me matriculé en Historia del Arte y ya he pasado mi primer examen.

En este caldo de cultivo que es la Universidad hay grupos de Whatsapp, grupos de Facebook, por asignaturas, por comunidades, porque nos gusta relacionarnos y los bares están cerrados, etc.

En uno de estos grupos, el de Prehistoria, he encontrado estos días filón para mi post de hoy.

No sé muy bien por qué motivo hemos empezado a presentarnos con un pequeño resumen de nuestras vidas y los porqués de estudiar esta carrera y no otra.

Así, hemos conocido que uno de los administradores del grupo que además comparte generosamente sus apuntes y son magníficos, va por su tercera carrera, con sesenta y tres «añazos», que fue químico de profesión y ahora, que está jubilado, ha decidido cursar estos estudios por puro placer.

Igual que una profesora de inglés de «taitantos» que también tiene tres grados, este tercero por vocación, que dice ella que es una procrastinadora nata, pero que vistos los resultados yo no me lo creo y que además en alguna ocasión se ha presentado a un examen con tres vinos encima y sacó un notable, igual ahí está el truco.

O esa otra, también profesora de inglés pero con vocación de bibliotecaria y ahora de historiadora del arte, que empezó a estudiar durante el confinamiento para aprovechar el tiempo. También la de otra compañera, odontóloga de profesión, cuya tesis doctoral fue abandonada cuando nacieron sus hijos, tiene tres, un perro y trabaja ocho horas diarias, que dice ella que es de letras de vocación pero yo creo que es más bien de superwoman.

En un grupo de unas cien personas, podéis imaginar las historias tan bonitas que hay para contar, las profesiones tan dispares: químicos, profesoras, afinadoras de violines o maestros tostadores de café, ingenieras aeronáuticas, abogadas o fabricantes de pasta artesanal.

También cabe resaltar las circunstancias personales:

pensionistas, jubilados, en activo, aunque esta expresión es válida para todos porque no paran, estudiantes de segunda o tercera carrera, viviendo en sitios pequeños en los que no hay universidad presencial, etc.

Una de las expresiones que más se ha repetido a la hora de explicar los motivos para cursar estos estudios es: «tenia esa espinita clavada» o «me enamoré de historia del arte en bachiller pero cursé otros estudios con más salidas».

Esto nos lleva a darnos cuenta de la cantidad de espinas que llevamos dentro y lo que tardamos que quitárnoslas.

Otro de los puntos que quiero destacar, es que hay una gran cantidad de compañeros que han aprovechado esta situación de confinamientos, cierres perimetrales, cierres de bares, etc., para estudiar. Hay vida más allá del sofá y la tele y no cabe el aburrimiento en estas mentes.

El saber no tiene fin y el desánimo tampoco.

Algunos han usado el arte como escape a una depresión, como entretenimiento en su jubilación, después de accidentarse o simplemente porque estudiaron y trabajaron en algo que no les gustaba y ahora decidieron, por fin, emplear su tiempo libre en lo que les entusiasma. Casi todos trabajan, algunos tienen hijos; tampoco encuentran traba en la falta de tiempo, estudian en los hoteles en los que pernoctan por motivos de trabajo, han aprovechado bajas maternales para seguir estudiando.

Unos cuantos empezaron una carrera que nos les gustaba hace años y ahora retoman con entusiasmo los libros, pintaban en su juventud o necesitaban color en sus vidas.

De todo este abanico, quisiera destacar algunas cosas que me parecen importantes y que pueden invitar a la reflexión:

La primera es que da igual la edad o las circunstancias personales cuando uno quiere aprender. No importa si estás trabajando, jubilado, pensionado, si vives en una isla pequeña o tienes más de sesenta años cuando tu ansia de conocimiento es tan grande.

La segunda es que, en un grupo de unas cien personas, el sesenta por ciento son mujeres; un gran número de ellas son/somos, mujeres más allá de los cuarenta. Mujeres que además de trabajar, han tenido hijos y han estudiado a la vez.

También quiero resaltar a los más jóvenes, que en lugar de estar llorando por las esquinas porque no pueden salir, aprovechan su tiempo llevando hasta dos carreras a la vez, demostrando que no toda la juventud es vaga e irresponsable como algunos se empeñan en afirmar.

Todos estos compañeros han aprendido a aprovechar sus tiempos, a no aburrirse, a sacar espinas clavadas. También a lidiar con las nuevas tecnologías, no era lo mismo estudiar en los setenta u ochenta que ahora.

Mi profunda admiración para todos ellos y mi agradecimiento también por todo el material que desinteresadamente comparten.

Y por último me gustaría dejar unas preguntas para quien corresponda:

¿Qué fallo en el sistema educativo hace que tengamos que llegar a los cuarenta o cincuenta años para poder, por fin, dedicarnos a estudiar lo que nos entusiasma?

¿Quién y en qué momento de nuestra adolescencia debería enseñarnos a descubrir lo que nos apasiona, nuestro talento y potenciarlo?

¿Por qué abandonamos aquello que en nuestra juventud nos enamoraba en pro de una profesión a la que dedicaremos más de media vida pero que no nos satisface?

P.D:

A los que os hayáis equivocado de profesión o de estudios, queda aquí constancia de que nunca es tarde para cambiar.

Adelante

ANA FERNANDEZ DIAZ

ES

Es, tu piel de seda
el verso último que queda
cuando ahítos de placer
esperamos a que amanezca.
Es, tu entrada misma
el rayo de sol que asoma
cuando enchido de amor
percibo tu dulce aroma.
Es poema y es verdad
cada espacio  recorrido
Es belleza de mujer madura
Tu esencia vital,  tu único latido.
Es fuerza de marea viva, es agua clara de manantial.
Es rugido de tormenta,  es pan que me alimenta.
Es sentido en esta absurda vida.
Es pregunta y es porqué. 
Es respuesta a este vacío.
Es mi único motivo.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

A MI OTRA MITAD

Te veo marchar esquivando mi abrazo, con tus pasos arrastras tu estudiada indiferencia

Y me duele por dentro ese hilo que nos ata.

Te veo partir a otra vida, a otra casa, a despertar en otra mañana,

que también es la tuya

y en mi se revuelven las tripas al ver que te quedas conmigo en tus ojos.

Tú, que eres literalmente mi otra mitad, mi poema mejor, mi sonrisa más pura,

mi auténtica verdad cuando todo es incierto, mi único faro, mi aliento.

Aún sabiendo que vas a volver, algo se quiebra dentro de mi cada vez que te marchas.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

UN UNIVERSO

«Me celebro y me canto a mí mismo. Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también».

Walt Whitman

De tus confidencias tengo, un lápiz carbón, un lienzo en blanco sobre el que pintar un cuento, cabañas nevadas, vino, risas y un fuego.

Tres voces que llaman y curan heridas abiertas de un tiempo, recuerdos de fresas salvajes que saben a pueblo.

Muros abiertos, arrugas de piel y de años, canas en el pelo.

Tengo semillas traídas por el viento, confianza ciega guardada en carpetas de nubes, oídos que escuchan susurros, baúles de besos.

Una mesa redonda cómplice del juego.

Pozos oscuros, cajones con fotos de ensueño.

Sacos de mimos vacíos y todo el universo que me dejas dentro.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ