LA COHERENCIA, ESE BIEN TAN ESCASO

Voy a divagar hoy sobre esta amable palabra que nos trae como significado la relación entre dos cosas que no deben ser opuestas o contradictorias, hechos respaldados por ideas o a la inversa, ideas o palabras que se apoyan en hechos que afianzan las mismas.

Que no digo yo, que no se pueda uno arrepentir de las palabras y cambiar de dirección tomando la salida contraria, pero si la idea sigue siendo la misma, el hecho también, porque de lo contrario perdemos la coherencia en el discurso.

Bueno pues hay dos asuntos complejos.

Por una parte está el ser capaz de mantener la coherencia, muchas veces contra nuestra voluntad, porque la razón va por un lado y la intuición por otro o las tripas, ya no sé.  Proclamamos a los cuatro vientos tal o cual sentencia, con objetivos varios: quedar bien, no molestar, no dañar, parecer estupendos; hay un amplio abanico de motivaciones y  en la acción siguiente, a tomar por el culo la coherencia; donde dije digo, digo Diego; de oca a oca, me contradigo porque me sale de las pelotas y  me quedo tan tranquila.

De mi caso concreto no voy a hablar porque lo mío me cuesta decir algo y mantenerlo. Hoy, sin ir más lejos, he dicho que no me voy a matricular de muchas  asignaturas este año y ni caso me hago. O cuando afirmaba en este mismo blog, hace ya mucho tiempo, que me encantaba que la gente me contase sus penas y consolar  a todo el que se acercaba a mi puerta con lloros varios. Pues resulta que para nada, que me canso de escuchar penurias ajenas, solo quiero risas y buen rollo. Me agotan los agonías, me aburren. Esto igual no es incoherencia, sino supervivencia, tengo que meditarlo. Pero, en general, suelo mantener mis principios.  Mis finales, también.  Y de nuevo me contradigo porque he dicho que de mí, mejor no hablo y sí que lo hago. Soy una mujer de firmes y rectas convicciones como podéis comprobar.

 Por eso es tan difícil encontrar, aquí va el segundo asunto, personas coherentes. Algo así como que aparezca una perla australiana en una almeja del Cantábrico. Que no digo yo que no haya almejas cántabras con perlas dentro, ¡eh!, pero yo no las he visto.

Pues  con la gente coherente, lo mismo.

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ