Como soy una ansiosa y no puedo esperar al sábado, esta entrada sale ya.
Está dedicada íntegramente a mi queridisima amiga Henar de Andrés.
Siento decirlo pero me he pasado al lado oscuro. Era de esperar con estas compañías…
ROJO CADMIO
Ana se sentó en el porche de su casa, enclavada en un pequeño pueblecito de montaña. Le gustaba pintar cuando caía la tarde, con sus colores otoñales.
Cogió la paleta de óleos y abrió el tubo de rojo cadmio, hoy usaría el rojo cadmio.
Recordó la llegada de Henar. Habían sido las mejores amigas desde pequeñas, jugaron juntas en el jardín de infancia, luego en el colegio, y en secundaria se afianzó su amistad más firmemente.
Cada una era la depositaria de los más ocultos secretos de la otra. Habían compartido juergas de juventud, estudios en la Universidad, y fue duro separarse cuando Ana decidió abandonar sus estudios y volver al pueblo. Sus padres habían fallecido y le dejaron una pequeña herencia entre la que se incluía la granja familiar. Como no le gustaba mucho estudiar, decidió dejarlo todo y volver.
Henar continuó estudiando medicina y cuando sacó la oposición para la plaza en el pueblo, llamó por teléfono a Ana, y las dos rieron felices.
-Vuelvo a casa Anita! le dijo.
-Bienvenida querida!
Esperaba en la estación nerviosa para recoger a su amiga del alma. Y llegó más guapa que nunca, con una tonelada de maletas y la sonrisa permanente en la cara.
-Anita hemos de volver a hacer la Ruta de Heidi, ¿te acuerdas?, la de montaña que tanto nos gustaba.
-Claro, mañana mismo si quieres.
-Perfecto! Hasta el lunes no me incorporo a trabajar, así que recordaremos viejos tiempos.
Salieron muy temprano, antes de que el sol pegase fuerte.
Como Henar aún no tenía apartamento decidieron que se quedaría en casa de Ana hasta que encontrase vivienda.
Estaban emocionadas porque era el primer día que pasaban juntas desde hacía años.
Empezaron a subir por la parte más empinada de la montaña. Era una ruta muy conocida en el pueblo pero poco transitada. Transcurría por la ladera durante la subida y después bajaba por un estrecho camino bordeado por el precipicio.
Llegaron arriba y se detuvieron un momento a beber agua y descansar.
Habían charlado animádamente durante la subida, y Henar le había contado los múltiples éxitos cosechados en su carrera. Ana por su parte no tenía mucho que contar, su vida era monótona y aburrida.
Cuando empezó la bajada vislumbraron el precipicio a su izquierda. Henar se acercó mucho al borde, sin embargo Ana tenía vértigo y no se atrevía.
-No seas gallina Anita! Venga mira qué bonito se ve el fondo, dijo mientras se reía de ella.
Ana se acercó un poco, y la miró. Cogió su preciosa cabeza entre sus manos y la besó en la boca. Luego con una fuerza sobrenatural, la empujó al vacío.
Lo último que vio fueron los ojos desorbitados de su amiga que no entendían nada de lo que ocurría.
Su cuerpo cayó sobre las rocas con un sonido sordo de huesos rotos.
Ana cogió sus prismáticos y miró abajo.
Un rojo cadmio comenzó a brotar bajo la cabeza de Henar…. se veía tan brillante bajo su preciosa melena negra.
¡Qué color tan bonito! Lo usaré para mi siguiente cuadro.
Cogió su teléfono móvil y llamó a emergencias
-Socorrooooooo, mi amiga se ha caido al precipicio!! Ayudenme por favor!!
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